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La costumbre humana de cazar siempre el animal más grande está provocando una nueva evolución tres veces más rápida de la que predijo Darwin. En el mar, especies como el bacalao o el salmón se están haciendo más pequeñas y maduran antes debido a la sobrepesca. En tierra, el tamaño de algunos trofeos de caza está en declive. Los carneros de las montañas rocosas tienen cuernos más pequeños y algunos elefantes nacen sin sus preciados colmillos de marfil. Las causas de este fenómeno aún están a debate, pero cada vez más expertos hablan de una nueva versión evolutiva en la que sobrevive el más pequeño y débil.
«No hay duda de que se está produciendo un cambio evolutivo», explica a Público el investigador de la Universidad de Islandia Einar Árnason. Su equipo demostró que el bacalao, una de las especies más esquilmadas por el hombre, ha cambiado sus genes debido a la sobrepesca. Estudiaron especímenes de la costa islandesa y demostraron que los genes que hacen que algunos grupos prefieran aguas poco profundas está en franco declive debido a que, durante décadas, han sido los primeros en caer a manos de los pescadores. Árnason también registró un descenso del tamaño de estos animales y una maduración cada vez más precoz fruto de la sobrepesca. En teoría, la especie se estaba asegurando poder dejar descendencia antes de ser atrapada, pero, a cambio, el tamaño de su progenie disminuye. Un fenómeno similar sucedió con el bacalao de las costas de Terranova antes de que prácticamente desapareciera a principios de la década de los noventa. Árnason alerta de que los cambios genéticos que ha detectado en los bancos islandeses podrían estar prediciendo un nuevo colapso. «Estos cambios pueden sobrevenir muy fácilmente», advierte.
El bacalao no es el único que evoluciona para adaptarse al hombre. Un estudio publicado a principios de año en PNAS mantiene que 29 especies que son presa habitual del hombre han disminuido su tamaño en casi un 20% y maduran casi un 25% antes. Estos efectos son resultado de una selección artificial que priva a muchas especies de sus más grandes y mejor preparados para reproducirse. «El hombre es el único vertebrado que caza presas grandes», señala Chris Darimont, uno de los investigadores que firmaba el estudio de PNAS. Esto es justo lo contrario de lo que sucede en la naturaleza, donde las crías y los individuos más débiles suelen ser la presa habitual de sus depredadores. Darimont comparó el ritmo al que se están produciendo estos cambios al que podría esperarse con las leyes de Darwin en la mano. Son 3,4 veces más rápidos. Su estudio alerta de que estos cambios pueden disminuir la capacidad de una especie de prosperar, ya que un tamaño menor y una madurez precoz está asociada a una menor capacidad reproductiva. Además, dejaría a algunos depredadores, como es el bacalao, en desventaja ante sus presas. Por su parte, el hombre tendrá que acostumbrarse a pescar peces cada vez más pequeños.
La vuelta atrás no será tan rápida. «La velocidad a la que están disminuyendo el tamaño es probablemente mucho más alta que la velocidad de recuperación», explica Marco Festa-Bianchet, que trabaja en la Universidad de Sherbrooke, en Canadá. Durante 30 años, este investigador estudió una población de carnero de las rocosas en Alberta. Los cuernos de esta especie son un preciado trofeo de caza. Según sus datos, publicados en Nature en 2003, el tamaño de la osamenta se redujo en un 25% en el periodo de estudio debido a la presión cinegética. El peso medio de los machos cayó unos 20 kilos. «Estamos matando a los mejores individuos, justo lo contrario que han hecho los agricultores y ganaderos durante miles de años», destaca. Lo mismo señala el español Fran Saborido-Rey, que coordina una red europea de investigación sobre pesquerías desde el Instituto de Investigaciones Marinas de Vigo. Señala que este fenómeno reduce la variedad genética de una especie, que es su seguro de vida contra cambios drásticos en el ecosistema. Esto sería lo que sucedió con el bacalao de Terranova, comenta.
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Nuño Domínguez, Público, 19 de octubre de 2009
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